Nuestra historia comienza con un hombre muy viejo, su pelo blanco como la nieve por sus años de experiencia, y sus ojos estaban adormecidos de tantas fuerzas gastadas; a quien a su lado se encontraba un joven, era su nieto, Kirk Demsy, un chico con ojos llenos de vida y una sonrisa que alegraba a cualquiera que los viese.
- Joven, ven acá- exclamó el viejo con una
sonrisa en su cara- ven que te quiero contar una historia- a lo cual el joven, sin pensarlo dos veces corrió hacia él- quisiera contarte acerca de la creación de nuestro mundo, empezó con la aparición de un ser místico, del cual no se sabe de dónde vino ni a donde fue, pero contaba con un gran poder, el poder crear desde la nada, objetos y cosas con el simple uso de los cuatro elementos que tú y yo conocemos en la naturaleza, los cuales eran alfa, beta, omega y theta, los cuales al jugar con ellos, logró crear la bondad y la maldad en partes iguales, siendo reflejados desde sus inicios en la naturaleza, como en los seres que lo habitan, pero por sobre ellas, creó a un par de seres cuya inteligencia lograba razonar acerca de temas tan cotidianos como complejos, toma de decisiones, el confiar, pero junto a ello, también había una maldad innata que crecía con el paso de los años, y decidió aquel ser dividirlos en dos mundos, cada una tan distante de la otra como lo eran sus pensamientos y creencias.
-Wow abuelo, y ¿conoces mas de aquellos mundos?
-Claro hijo, uno de esos planetas era Pobs, muy similar al nuestro, en la cual habitaba una civilización pacífica, analítica y con ansias de conocimiento, por medio de estudios a profundidad acerca de aquellas cuestiones que les inquietaba, y ayudándose de la experiencia que adquirían a lo largo de las épocas; un dato algo raro es que, al igual que aquí, sus plantas trepaban a lo largo de las paredes de las cabañas, que se encontraban en unos claros de bosques llenos de robles imponentes.
-Abuelo, ¿y qué hay de aquel otro mundo?
-Bueno hijo, creo que jamás me había hecho aquella pregunta, pero quisiera estar en vida si supiéramos que aquello es más que un cuento.
-Abuelo, me gusta oírte, pero ya me tengo que ir, cuídate.
-Que te vaya bien hijo- le dijo mientras le giñaba el ojo entregándole algo de dinero en su mano, como la mayoría de veces que lo hacía cuando el joven le visitaba.
Kirk era un chico de clase media, vestía como muchos de los que vivían en las cercanías a él, una capucha que le llegaba a cubrir sus ojos color miel, y parte de su perfilada nariz, una túnica la cuál alcanzaba hasta la punta de sus finas manos, y en su parte inferior le llegaba hasta su canilla; no gozaba de gran privilegio, pero sí de una vida en la que aprendió de la bondad y de la maldad del mundo, ¿o de los mundos?
Al pasar unos cuantos años, Kirk ya había crecido convirtiéndose en un adolecente, superando sus dificultades sin problema. Un día, se encontraba en medio de unas escaleras de madera de su, algo maltratada cabaña, estaba sentado dibujando una creatura algo peculiar, poseía una cabeza de león, sus patas no eran iguales, las traseras eran de algún felino, pero las delanteras eran de un gran águila, también tenía unas majestuosas e imponentes alas blancas y ligeras como el viento; y de repente se percató de una mirada que provenía de atrás suyo, algo cálida que le causó una sensación terrorífica pero un raro placer, y al momento de girar, su mente perdió la noción de lo que ocurría en todo su contexto, el impacto que tuvo al ver fue tan fuerte que decidió ir tras eso, sin embargo aquella cosa se alejaba hacia el bosque que se encontraba a una no muy larga distancia de allí, paulatinamente empezó a acelerar su paso mientras aquella cosa también lo hacía, tenía la figura de una persona pero en modo de espectro, ya entrados en el bosque, la sombra cruzaba con gran agilidad y destreza a través de los grandes robles que allí se encontraban, mientras que Kirk se estrellaba y golpeaba constantemente contra ellos, sin embargo, no quiso detenerse debido a que no quería perder aquello de vista, y al momento de estar a unos cuantos pasos de la sombra, se percató de que se trataba de una chica, que, pese a que solo se veía como una visión oscura, notó que su cabello era liso y se movía al compás de sus acelerados pasos, ondulándose al correr, sus curvas eran pronunciadas, y poco más pudo captar hasta subir su mirada, su cara era perfilada, una nariz tenue y muy suave en sus líneas, pero al subir aún más su mirada para apreciar sus ojos, tropezó tortuosamente con la raíz de un árbol, golpeando su cabeza contra una roca musgosa de gran tamaño, quedando tirado en el césped mientras en su cabeza todo daba vueltas y vueltas, para que en poco tiempo todo quedara en blanco en su mente y se mantuviera inconsciente.
Pasaron varias horas inmóvil como si de un cadáver se tratase, o de una débil hoja en pleno otoño, inmovilizando la ruta de una joven samaritana que cruzaba aquella ruta a altas horas de la tarde, mientras el sol se ponía en el fondo del bosque, quiso ayudarle dándole primeros auxilios o algo así para despertarlo pero ella procedió a tomar su pulso y vio que se encontraba normal, por lo que decidió llevárselo a su cabaña, el camino, pese a que era relativamente corto, se torno largo y cansador debido a que tuvo que llevarlo arrastrado por su corpulenta compostura.
Cuando al fin lograron llegar, miró la gravedad de sus heridas pero no se alarmó, solo había un par de moretones causados por los constantes choques que tuvo contra los árboles y a un costado de su cara había un hilo de sangre azul que limpió y luego colocó un par de hojas de timposo, la cuál era una planta que gozaba de una alta popularidad debido a que tiene grandes poderes curativos, además era común encontrarlas como enredaderas alrededor de las casas, pudiendo incluso llegar a encontrarse en los techos de las cabañas.
Cuando al fin despertó el joven, se sintió algo cansado, pero sin molestia en su cuerpo, como si todo lo que hubiera pasado hubiese sido solo una pesadilla mezclada por un maravilloso sueño; desconcertado, miró a su alrededor, había una caldera con unas cuantas hierbas en agua, liberando un muy agradable aroma llenando así todo el lugar, quiso revisar un poco su cuerpo y ver qué tal se encontraba, palpó su cuerpo y vio que contaba con un par de moretones a los cuales no les prestó mucha importancia, luego palpó su frente y sintió que habían un par de hojas puestas allí pero quiso dejarlas puestas en su lugar, luego al recuperar un poco mas su conciencia, recordó con cierto encanto aquellas curvas que moldeaban a la sombra y se recostó un poco con cara casi de un adolecente enamorado por primera vez.
Posicionó una de sus manos junto a las hojas y procedió a levantarse, lo logró tortuosamente debido a que su cuerpo aún se encontraba con un gran cansancio, se puso de pie y caminando con tambaleos de un lado a otro logró llegar a la cocina, la cual le antojó un poco grande pero llena casi en su totalidad de estanterías con especias, cuando vio a una chica de espalda, casi de su edad, algo mayor como de unos 19 o 20, sus cabellos eran un juego de un rojo carmesí y el imponente naranja de un atardecer colgando juntos de su cabeza, llegando a sus caderas que poseían tal precisión en sus ángulos que parecían que todo estaba justo en su lugar para formar una majestuosa escultura.
-Hola- dijo ella sin dirigirle la mirada.
- Ho… hola- le respondió con algo de timidez, algo exaltado y a la vez confuso- ¿Quién eres?
-Oh, no te preocupes, no te haré daño si es en lo que estas pensando, yo fui quien te trajo hasta aquí.
-¿Traerme? ¿Luego en donde me encontraba?
-En un ligero claro en lo profundo del bosque, te encontrabas desmayado e inconsciente, intenté llamar por ayuda pero no se hallaba nadie cercano en aquel lugar, así que quise traerte a esta, mi pequeña morada, y dime, ¿Qué hacía en lugares tan aislados de todos?
-Yo…- se colocó algo pensativo intentando buscar alguna excusa válida, pero en su meditación le interrumpió la chica.
-Oh, disculpa, que pregunta la mía, si quieres puedes ir al cuarto a esperarme, en un rato te llevaré algo de comer, te ves cansado.
Sin titubear giró lentamente con rumbo a la cama, recostándose cual pluma en el suelo, quedando boca arriba dejando únicamente espacio para ver el techo, por el cual se lograba escapar un rayo de luz de luna y se puso a pensar en la identidad de aquella “chica sombra”, aquel espectro de belleza sombría. No la podía recordar con total claridad pero la sensación de deseo que tenía hacia a ella le incitaba a recordarla aún más.
-Mira- dijo la chica al entrar- espero te guste, es mi especialidad- usando un ademan de chef- es una especie de caldo con la cuál recobrarás todas tus fuerzas en un instante.
-Oh, mil gracias.
Al levantar su mirada que estaba perdida, se encontró con un par de ojos que eran como unos luceros, o no, mejor como un par de estrellas que alumbraban desde el firmamento en una hermosa noche clara y estrellada, su nariz era respingada, sus labios, eran finos con un tono de rojo encendido, quedando por un instante aturdido por su gran belleza.
-¿Qué tanto me estas mirando?- preguntó ella con un gesto pícaro en su mirada.
-¿Yo?, disculpa, es difícil no hacerlo sabiendo que eres la persona que me socorrió y que ahora se encuentra alimentándome.
-No, no fue nada- dijo sonrojándose con una sonrisa en su cara, mientras posaba el plato sobre la pequeña mesa que estaba a su lado, saliendo del cuarto detenidamente.
El chico quedó pensativo acerca de aquella chica, pero no le tomó demasiada atención y se tomó calmadamente aquel caldo que tenía un aroma delicioso.
Al oscurecer, le dijo a la chica que saldría, a lo cual aceptó y le dijo que le estaría esperando adentro, al salir, se dirigió hacia una pequeña colina adyacente a aquel lugar, reposándose en el suelo y observando la maravillosa bóveda celeste que le cubría como una manta y le arrullaba como una madre a su hijo; recordó aquellas historias que le contaba su abuelo acerca de su creación, acerca del origen de su universo, cuestionándose la existencia de un mundo ajeno al suyo, viendo la posibilidad de que la energía bondadosa y la maliciosa, ocuparan un mismo espacio en el enorme mar de aquel infinito techo oscuro salpicado por luces y un enorme foco en su centro, y si, la afirmación de ambas cantidades de energía era cierta, en qué lugar se hallaba concentrada tal cantidad de malevolencia, a lo cual, Kirk, decide ir en la búsqueda de aquel lugar más allá de su mundo.
Volvió a la casa y le contó aquella emocionante aventura en la que se iba a embarcar el chico a lo cual le contesta que sinceramente se encuentra fuera de sus cabales, y hasta culpó a su sopa diciendo que no sólo le había regresado su conciencia, sino que además le había puesto un par de alas para volar.
Luego de un par de días quedándose hospedado en la cabaña de la chica, le pidió que le llevase hacia el pueblo, a lo cual aceptó; el camino era largo y algo tedioso, y al llegar a un pequeño claro recordó a la chica sombra ruborizándose sus mejillas.
-Ja, te encontré cerca de aquí.
-¿Cómo me encontraba?
-Igual que como duermes- dijo mientras dejaba escapar una pequeña risa de su boca.
-Ja, no te creo, y por cierto, ¿Cómo te llamas?
-Me llamo Sirup, Sirup Berry, y es raro, que conozcamos hasta ahora nuestros nombre, ¿no lo crees?, y por cierto, ¿cuál es tu nombre?
-Yo soy Kirk, Kirk Demsy.
-Wow, lindo nombre, y mira- señaló hacia al frente apuntando a unas casas- ya casi llegamos.
Apresuraron su paso y llegaron en poco menos de lo que esperaran, tuvieron una pequeña charla pero intentaron no alargarla mucho para que la despedida fuera menos dolorosa a pesar de ser un hasta pronto, tomando distintos caminos luego de ello.
Pasó un par de años, y Kirk empezó su carrera de universidad en astronomía, ya que le fascinaba todo lo que tenía que ver con los astros, con la física de los planetas, pero su verdadero fin, era poder encontrar el lugar de toda la cantidad de maldad.
Un día mientras caminaba en el patio de la universidad se chocó contra un chico que corría hacia las clases de física, cayendo en el acto, sin embargo, nadie les vio ya que ambos iban con mucho retraso a tomar sus clases. Se levantaron y tomaron nuevamente sus rumbos.
Luego, al estar ya fuera de clases ambos se encuentran.
-Hola, discúlpame por lo que ocurrió hace poco- le dijo el chico
-Oh, no fue nada, por cierto, ¿quisieras acompañarme a tomar un café? Como compensación por la llegada aún mas tarde.
-Está bien, después de todo no he de hacer mucho el día de hoy.
Ambos tomaron rumbo hacia un pequeño café que se encontraba a un par de cuadras detrás de la universidad, por el camino charlaron acerca de todos sus gustos, concluyendo en que ambos tenían cierta historia la cual les hizo tomar aprecio a las carreras que habían escogido para estudiar, llegaron al café y discutieron acerca de sus planes a futuro, y la del chico que, por cierto se llama Santiago, era estudiar un cuerpo celeste aparte del que se encontraban ya que no había nada nuevo que descubrir ya, casi todos los ámbitos que pudieran ser tocados y estudiados a profundidad, ya los habían tomado y usado dejando muy poco a la imaginación y a la creatividad del chico y al momento de que Kirk le contase la suya, ambos se propusieron a encontrar el rastro de vida, o al menos poder viajar a cualquier otro lugar de la galaxia con tal de hacer contacto por parte de Kirk a otra civilización polarizada con la suya, y la de Santiago poder estudiar las propiedades físicas de aquel lugar, la fuerza gravitatoria, cargar polares, etc.
Se decidieron a esforzarse mucho, sin embargo Santiago tuvo que dejar las clases por unos inconvenientes extracurriculares, en los cuales no le podía ayudar, sin embargo, pese a que era un amigo con el cual llevaba poco tiempo conociéndolo, quería poder ayudarle pero se fueron haciendo distantes poco a poco a tal punto en que la visión que tenían juntos se vio opacada por la falta de interés por parte del chico.
No le prestó mucha atención a aquello para que no le afectara en su vida estudiantil y que no se vieran truncados los esfuerzos que había hecho, y estando cada vez más cerca de lograr sus metas de conocer esa distopía que buscaba, y comprobar su duda que tuvo cuando apenas era un infante, por lo que continuó y logró salir con grandes logros de la universidad debido a su esfuerzo y dedicación hasta que un día se empezaron a oír rumores de un ex alumno el cual estaba mal encaminado, llegando incluso a comentarse que se había creado una pequeña hoguera en el centro del bosque en donde se reunían él con otros para el consumo de sustancias indebidas como hongos machacados y ciertos ungüentos.
Kirk sin dudarlo dos veces pensó en su viejo amigo, Santiago y se decidió por volver a ir a visitarlo, lo que resultó en vano debido a que había escapado de su casa ya desde hace un par de días.
Una noche en la cual ya muy preocupado por su amigo, se adentró en el bosque buscándolo, cuando por fin vio una pequeña luz que venía de un pequeño caldero a lo lejos, y unas personas con trajes extraños alrededor de él, caminó rápido pero sigilosamente hasta poder estar a una distancia un poco más cercana de allí y observar con cierta prudencia que era lo que hacían.
Observó que todos parecían estar borrachos y en otro mundo que no fuera el suyo, mirando hacia las estrellas o lo que fuera que estuviesen viendo ellos hacia arriba, al aguzar la vista, vio la silueta de su amigo, el cuál era un poco más alto que el resto y su cabello brillaba con el fuego de la hoguera que se encendía en el centro, y esperó a que se alejara un poco de allí para poder tomarlo y hablar con él.